miércoles, 13 de mayo de 2015

Profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona, Neus Sanmartí: “Sin emoción no hay aprendizaje”

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La destacada especialista en Didáctica de las Ciencias Dra. Neus Sanmartí se encuentra de visita en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, en el marco del Plan de Mejoramiento Institucional (PMI).
Neus Sanmartí es profesora emérita de la Universidad Autónoma de Barcelona y ha centrado su investigación en las temáticas de evaluación formativa, el lenguaje en relación al aprendizaje científico y la educación ambiental, así como en la formación permanente del profesorado de ciencias.
Dentro de su agenda en la Universidad, el martes 12 de mayo se reunió con estudiantes y profesores de la Escuela de Pedagogía, a través del taller “Enfoque CTS (Ciencia- Tecnología- Sociedad) una educación integral en contexto escolar” y una reunión con docentes que imparten ciencias en la carrera de Educación Básica.
De paso por el campus Sausalito, la académica compartió su mirada acerca de la enseñanza de las ciencias hoy en día y la importancia de la emoción en el aprendizaje.
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-En el taller hacía referencia a la importancia de mejorar la enseñanza de las ciencias, de acuerdo a su experiencia ¿por dónde pasan las claves?
“No hay que olvidarse que enseñar ciencias es combinar la parte experimental con la parte de conocimientos abstractos, lo que llamamos indagación con modelización, o sea construir modelos teóricos, pero con un tercer aspecto importante  que es la contextualización, es decir para qué enseñamos esto, y ha de ser para interpretar hechos del contexto de los estudiantes, que les interese y que les permita actuar, tomar decisiones. Enseñar ciencias en un abstracto no tiene sentido, debe ser en un contexto y basado en la experimentación”.
-Uno de los temas centrales de su trabajo ha sido la evaluación, ¿de qué forma se dio cuenta que uno de los factores primordiales en el proceso de aprendizaje era ver y saber cómo evaluar?
“La evaluación no era un tema que me interesara. En España hubo un cambio curricular importante con la Ley Logse y la gente pensó que haciendo metodologías más activas los estudiantes aprenderían más, pero los resultados eran negativos, entonces  los profesores se preguntaron: si los alumnos aprenden distinto,  debemos evaluar distinto. Nos pidieron ver ese tema y con otro compañero de Matemática nos pusimos a aprender e investigar sobre evaluación y vimos que había que cambiar mucho sobre la idea de evaluar, porque solo pensamos en evaluar al final y si no cambiamos la evaluación mientras están aprendiendo, los alumnos no aprenden. Hemos observado que hay cambios metodológicos pero la evaluación final es la misma, si no cambia esta evaluación no cambia nada. Los estudiantes y profesores aprenden y enseñan en función de la evaluación final. El motor del cambio de toda metodología es cambiar la evaluación”.
-Aquí aparece un concepto importante que es la autonomía, ¿cómo se trabaja en sistemas educativos donde la autonomía no siempre está tan desarrollada?
“Precisamente se habla que los alumnos sean autónomos, pero la base es que sean autónomos evaluándose. Los estudiantes deben ser capaces de evaluarse, decidir si lo están haciendo bien o mal, no que sea un adulto que lo diga.  Esto implica cambiar la concepción de los profesores, que piensan que solo ellos pueden decir si un alumno lo hace bien o mal, cuando lo puede decir un compañero o el mismo estudiante. Los estudiantes que aprenden no son los que saben más, sino los que se autoevalúan mejor y esta es la clave de la autonomía. Esta capacidad de reconocer si lo hago bien o no, es condición para aprender”.
-¿Cómo se puede favorecer esa autonomía?
“Eso se aprende, pero como los profesores decimos si lo han hecho bien o mal, los alumnos son muy poco autónomos, pues esperan que le digamos qué hacer para hacerlo mejor, por lo que dependen de un adulto que les digan qué y cómo hacerlo. Hemos trabajado mucho en esto y un aspecto clave es la co-evaluación, es decir la evaluación entre iguales, pero esto quiere decir que los profesores debemos ser muy transparentes, porque en general los criterios de evaluación es un secreto muy bien guardado por los profesores, lo tienen en mente pero no lo explicitan. Esto se trata de compartir y conseguir que los estudiantes se apropien de los criterios de evaluación, que entiendan qué se les evalúa y por qué. Es  cambiar el centro que es el profesor quien decide todo -las preguntas, si la respuesta es buena o mala, y qué hacer para mejorar- a que sean los mismos alumnos. Un alumno que evalúa a otro, y viceversa, entiende mejor que cuando el profesor lo dice, su lenguaje es más cercano”.
-¿Qué rol tiene la familia en este cambio y lo que ellos esperan del profesor?
“La familia también ha de cambiar los esquemas, porque cuando ellos hacen de profesores -al hacer los deberes con los hijos- hacen lo mismo que los maestros, le dicen qué hacer. Cambiar ese rol es muy difícil, porque los niños no solo aprenden en la escuela, aprenden también en casa. Nuestra profesión es de las más difíciles porque todo el mundo ha sido alumno en su vida, y se reproducen los vicios, las rutinas y es imposible pensar en otras rutinas que las aprendidas, por tanto los padres han de cambiar: no hacerles los deberes, no decir si lo hace bien o mal, sino: piensa si lo haces bien o mal, es un cambio de pregunta”.
-Usted también hace alusión a la importancia del lenguaje en torno al aprendizaje, ¿qué ha podido detectar sobre este tema en sus años de investigación?
“El lenguaje oral y escrito es la competencia básica. Tengo un libro que se llama “Aprender ciencias, aprendiendo a escribir ciencias”, pues es imposible aprender ciencia si no se sabe escribir y organizar las ideas, pero esto vale para todas las disciplinas. Esto es un cambio conceptual importante. En ciencia siempre se dice: este alumno sabe pero lo escribe mal. No, si no lo escribe bien, no sabe. Saber es saber escribir. Hay que cambiar la concepción del lenguaje, que para muchos es ortografía, pero es escribir ideas, argumentar, justificar, es otra cosa. Es saberlo explicar con palabras para que los demás puedan entender”.
-Esto implica un trabajo compartido con los profesores de otras especialidades…
“Cuando los estudiantes en el taller me preguntaban por el tiempo, el tiempo viene dado porque los profesores no cooperamos. Si cuando un alumno escribe uno texto de ciencia, el profesor de lenguaje lo utiliza para revisar la escritura, todos aprenderían mejor. Pero si cada uno va por su lado, el tiempo se triplica, porque le damos a los alumnos reglas diferentes, y los buenos estudiantes dicen: este profesor tiene esta o esta manía, pero los alumnos con dificultades están perdidos, porque este me dice que hay que hacerlo así y este otro que hay que hacerlo de otra forma. Por eso el tiempo está siendo un factor importante, porque no nos coordinamos”.
-Usted aborda la importancia de la emoción en el aprendizaje, ¿cómo se mantiene esa emoción a lo largo de la vida de un profesor y un estudiante?
“Ese es un reto que tenemos los profesores. No siempre conseguimos emocionar, pero el profesor debe tener ese reto personal: cómo conseguir que los estudiantes se emocionen. Le puede pasar como a una estudiante que tuve que luego de 14 años me dijo: tú lo has intentado, pero las ciencias no son para mí. Me quedo con “tú lo has intentado” porque hay profesores que ni lo intentan ni les preocupa…Sin emoción no hay aprendizaje, habrá mecanización, se podrá responder un ejercicio y olvidarlo al día siguiente, pero la emoción es una condición imprescindible para que haya un buen aprendizaje. La emoción la has de sentir tú, los niños palpan si tú te emocionas con el conocimiento”.
-Finalmente, ¿qué enseñanza compartiría en torno al aprendizaje de la ciencia?
“Para aprender ciencias hay que contextualizar, preguntarse para qué puede ser útil el aprendizaje y si no tiene la respuesta no es necesario que lo enseñe. Lo segundo es que sin experimentación no hay ciencia, se necesita hacer, comprobar, encontrar pruebas. Lo tercero es construir ideas potentes, pocas pero no memorísticas, construir ideas que expliquen muchas cosas, yo digo ¿por qué es interesante las leyes de Newton?, porque me explican por qué cae la famosa manzana y al mismo tiempo por qué no caen los satélites. Hay que pensar bien qué conocimiento abstracto es necesario, porque es muy potente para explicar muchas cosas. La cuarta es despertar emoción, cómo haciendo todo esto lograr que los alumnos vibren y tengan ganas de aprender y se hagan preguntas”.



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